5. LA LLEGADA DE LA PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA (1873-1874)

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Ante la renuncia de Amadeo I, las Cortes sometieron a votación el establecimiento de un sistema republicano para España, proyecto que consiguió el voto favorable de la mayoría de la cámara. El 11 de febrero de 1873 fue proclamada en las Cortes La República Española. Inmediatamente después de la aprobación de la República, el Ministerio de Gobernación envió una circular a todos los gobernadores de provincias informando del nuevo orden político. Pronto se establecieron algunos de sus principales símbolos y su bandera.

La experiencia republicana nació y se desarrolló en un contexto de crisis general. Su principal defensor con representación en Cortes era el Partido Demócrata Republicano Federal liderado por Francisco Pi y Margall. Este era un grupo, que se había escindido del Partido demócrata hacia 1868, que defendía un sistema de gobierno republicano creado a partir de pactos establecidos entre las distintas regiones o pueblos españoles. Además defendía un estado completamente laico y quería conseguir que el Estado regulase las condiciones laborales, para de este modo mejorar las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y campesina.

La República fue acogida con gran entusiasmo por las masas, pues se creía que ésta solucionaría los graves problemas que acosaban a España y a los españoles. Inmediatamente después de que las Cortes proclamaran oficialmente el establecimiento de la república se constituyeron juntas revolucionarias por todo el país que reclamaban la abolición de los consumos y las quintas. Los consumos eran unos impuestos que gravaban los productos de primera necesidad. Las quintas era el sistema de reclutamiento de soldados. Era denominado así porque se llamaba a filas a un joven de cada cinco. Este sistema era muy impopular, ya que ofrecía la posibilidad a los seleccionados de librarse del servicio militar a cambio del pago de una importante suma de dinero. De este modo los ricos se libraban de contribuir personalmente al ejército y condenaba a las clases más humildes a cargar con todo el peso de la defensa de la patria.

El gobierno republicano procedió de inmediato con la disolución de las juntas revolucionarias, pues las aspiraciones populares, excesivamente subversivas, se alejaban en gran medida de los objetivos políticos perseguidos por los partidos que habían promovido la revolución. Fue designado presidente Estanislao Figueras (presidente de 11 de febrero a 11 de junio de 1873), cuyo principal cometido fue convocar unas elecciones a Cortes Constituyentes que fueron ganadas por los republicanos. Estas cortes empezaron de inmediato a redactar una nueva Constitución, la de 1873, (no promulgada) cuyas principales características eran:

  • La soberanía reside en todos los ciudadanos.
  • Estable el sufragio universal masculino.
  • El poder se reparte entre instituciones autónomas: el municipio, el estado regional y el estado nacional.
  • Reconoce quince estados federales, más cuba y Puerto Rico.

El Estado Republicano tuvo que seguir haciendo frente a los numerosos problemas existentes en España:

  • La III Guerra Carlista, que como consecuencia del establecimiento del nuevo sistema de gobierno se intensificó, extendiéndose por la zona catalana (hasta estos momentos sólo se había localizado en la zona vasco-navarra)
  • En Cuba la guerra continuaba y la República no pudo hacer nada para solventar el conflicto, entre otras cosas porque las autoridades españolas en la isla fueron reacias a acatar las órdenes del gobierno republicano.
  • Hubo asimismo zonas en las que el triunfo del republicanismo impulsó revoluciones que desembocaron en el estableciendo cantones independientes. Entre los principales cantones surgidos destacan: Cartagena, Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Granada, Castellón, Málaga, Salamanca, Valencia, Bailén, Andújar, Tarifa, Algeciras y Alicante.

Pi i Margall (presidente de 11 de junio a 18 de julio), que sucedió en el gobierno a Estanislao Figueras, decidió dimitir después de verse desbordado por los acontecimientos políticos, que desembocaron en las revueltas cantonalistas. Algunas regiones españolas, al considerar demasiado lento el proceso político hacia el federalismo, empezaron a declararse cantones independientes, con su propia política, policía e incluso moneda. Accedió entonces a la presidencia Salmerón (presidente entre 18 de julio y 7 de septiembre) el cual, después de planificar una enérgica reacción militar contra los cantones, se vio moralmente obligado a dimitir debido a los problemas de conciencia que le generaron la firma de penas de muerte contra los principales líderes cantonalistas. Tras Salmerón fue nombrado presidente del gobierno Castelar (presidente de 7 de septiembre de 1873 a 3 de nero de 1874), representante de los sectores más conservadores del republicanismo. Éste no tenía suficientes apoyos en las Cortes, por lo que, ante el miedo de ser destituido por ellas, decidió suspender las sesiones parlamentarias y comenzó a gobernar de un modo autoritario, otorgando grandes atribuciones al ejército para que garantizara el mantenimiento del orden público.

Las Cortes, tras lograr el derrocamiento de Castelar, trataron de establecer un gobierno de centro-izquierda. Para evitar esto el general Pavía dio un golpe de estado, invadiendo el Congreso de los diputados con la guardia civil, tras lo cual procedió con la disolución de la Asamblea. Una coalición de progresistas y unionistas se hizo con el poder y convirtió al general Serrano en nuevo presidente de la República, que en la práctica se había convertido en una dictadura militar.

El 1 de diciembre de 1874 el príncipe Alfonso firmó el llamado Manifiesto de Sandhurst, elaborado por el principal defensor de la causa alfonsina, Cánovas del Castillo. A través de este manifiesto defendía una monarquía dialogante, constitucional y católica, garantizadora del orden social, al tiempo que expresaba su voluntad de aceptar buena parte de las transformaciones producidas durante el Sexenio Democrático y respetar el sistema político liberal.

A finales del mes de diciembre de 1874, los generales Martínez Campos y Jovellar se pronunciaron en Sagunto a favor de la Monarquía borbónica. El gobierno no opuso resistencia y dimitió. Cánovas formó entonces un gabinete de regencia y comunicó a Alfonso su proclamación como rey de España.

Finalizaba de este modo la primera experiencia democrática de la historia de España, que se había extendido desde Alcolea hasta Sagunto, y se abría un nuevo y extenso período al que la historiografía ha denominado La Restauración, que va desde 1874 hasta 1923, año en el que Primo de Rivera pone fin a un sistema decrépito mediante un golpe de estado.


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