Nietzsche: crítica de la tradición socrático-platónica

0 comentarios

La crítica de la tradición socrático-platónica y de la dialéctica


En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche distinguía entre espíritu apolíneo y espíritu dionisíaco, dos fuerzas contrapuestas que nacen del seno mismo de la naturaleza. Lo apolíneo es el sueño (dios de la razón), lo dionisíaco la embriaguez (dios de los sentidos). El primero simboliza el instinto estético figurativo, la claridad, la luz, la medida, el orden, la forma; el segundo representa lo caótico y desmesurado. Lo apolíneo es, según Nietzsche, el principio de individuación, que pone las cosas en su lugar correspondiente, conducido por la razón; mientras que lo dionisiaco es la embriaguez de la marea cósmica, el gran ímpetu vital.
Nietzsche considera la Filosofía como sabiduría trágica (como saber en el que luchan Apolo y Diónisos). Así Sócrates era para Nietzsche el negador de la esencia griega por su elección de la razón como guía para la vida (Apolo frente a Diónisos); también es el que acabó con la tragedia griega y con la filosofía trágica de los presocráticos.
En El ocaso de los ídolos nos volvió a presentar a Sócrates como el iniciador de la decadencia griega, basándose en que el problema de Sócrates era su fealdad, que le llevó a descubrir la dialéctica, con la que podía fascinar a aquellos que nunca se hubieran acercado a él de otra forma. Para Nietzsche, la introducción de la racionalidad dialéctica es la gran suplantación, porque se pone la razón en vez de la vida.
Pero la crítica más profunda la hizo contra la metafísica platónica, afirmando que no es más que egepticismo, odio contra la idea del devenir. “Lo que es, no deviene; lo que deviene, no es” es la base de la metafísica, cuando, según Nietzsche, el ser es lo quieto y, por lo tanto, lo muerto; el devenir es lo transitorio y, por tanto, lo vivo.

El otro error de la metafísica platónica fue usar conceptos desligados de la realidad, inteligibles; cuando debería partirse de lo sensible, de lo real, lo móvil, es decir, de lo que se intuye, no de los conceptos. Para Nietzsche no existe otro mundo más que éste, el sensible, el terrenal. 


Publicar un comentario