En agosto de 1930 todas las fuerzas antimonárquicas (republicanos, socialistas y catalanistas) firmaron el PACTO DE SAN SEBASTIÁN, un programa para presentarse a las elecciones y para derrocar la monarquía e instaurar la república. En dicho Pacto se programaban dos líneas de acción: una línea revolucionaria que se concretó en el pronunciamiento militar de Jaca de diciembre de 1930 y que terminó con el fusilamiento de los capitanes Galán y García Hernández. La segunda línea de acción será política, con una gran campaña de prensa y mítines antimonárquicos.
A partir de este momento se organizó un gobierno provisional republicano presidido por Alcalá Zamora que se reunía en el Ateneo de Madrid. Los intelectuales acudieron a la llamada de una "Agrupación al Servicio de la República" inspirada por Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. El artículo de Ortega "El error Berenguer" que terminaba con "Delenda est monarchia" es de una importancia clave.
La crisis del gobierno surgió a finales de 1930 cuando Berenguer quiso convocar unas elecciones generales, los partidos monárquicos protestaron anunciando que no acudirían alegando la necesidad de que primero fueran las municipales. Berenguer ante la oposición presentó la dimisión al Rey.
Le sustituyó el gobierno del Almirante Aznar. Continuaron los desórdenes y las tensiones entre los miembros del gobierno. Aznar prometió la convocatoria de las elecciones municipales que se celebrarían el 12 de abril de 1931. La jornada electoral fue concebida como un plebiscito en que las posturas se simplificaban a favor o en contra de la Monarquía. La victoria de los republicanos en las capitales de provincia tuvo como resultado el cambio de Régimen.
Berenguer, como ministro de la Guerra, envió una circular al ejército reconociendo la derrota y aconsejando orden y sumisión a la voluntad nacional, y Sanjurjo, como Director General de la Guardia Civil, informó que no podía sacar la Guardia Civil en contra de la revolución.
En la mañana del 14 de abril, se aconsejó al rey que abandonara España, quien ya había negociado con Alcalá Zamora su salida del país. El Comité Revolucionario, actuando como Gobierno Provisional, tenía apoyo en las calles, y a las tres en punto se izó la bandera republicana en el edificio de la Telefónica, al llegar noticias de que en Eibar y Barcelona se había proclamado la República.
En la tarde se celebró el último Consejo de Ministros de la Monarquía en el Palacio de Oriente sin apenas resistencia a que Alfonso XIII abandonase el poder, con lo que el rey emprendió viaje a Cartagena, para desde allí embarcar a Marsella Doc. 9.
A las 9 de la noche desde el despacho del Ministro de la Gobernación, Alcalá Zamora proclamó la República a todo el país, a través de las ondas de radio. De este modo, el nuevo régimen quedó instaurado sin derramamiento de sangre.
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