Tras haberse quedado exiliado durante el reinado de Fernando VII debido a su postura liberal, vuelve a España y en 1936 se inicia como diputado.
En 1855 ocupó el ministerio de Hacienda en el Gobierno de Espartero y se encargó de la ley de desamortización.
La ley de 1 de mayo de 1855 de Madoz, se basaba en desamortizaciones de bienes civiles y bienes pertenecientes al clero, lo cual agrava las tensiones entre el Estado español y la Santa Sede.
Se declararon en venta todos los bienes pertenecientes a manos muertas que no lo había sido en desamortizaciones anteriores (de los bienes del clero, del Estado, de los municipios y otras "manos muertas" de menor entidad).
Los que destacan eran los bienes municipales tanto los que eran propiedad del pueblo ( los beneficios que producían se invertían en la comunidad como por ejemplo en infraestructuras) como los comunes que siendo también del pueblo podrían ser disfrutados personal e individualmente por los vecinos.
La finalidad de la ley de Madoz era fundamentalmente como la de Mendizabal (obtener medios económicos para el Estado). Los bienes desamortizados pasarían a aquellos que pudiesen pagarlo (subasta pública) con la diferencia de que estas solo podían pagarse en metálico y en un plazo de 15 años.
Tuvo consecuencias sociales negativas ya que les arrebataba a los pueblos los únicos medios de financiación o también dejar a los habitantes más pobres sin posibilidad de aprovechar esas tierras para sobrevivir.
Hubo resistencia a esta ley, la reina no quería firmarla por el perjuicio que ocasionaba a la iglesia. La ley, al infringir el Concordato de 1851, provocó una ruptura con Roma.
El dinero además de servir para pagar deudas y nivelar el presupuesto del Estado, también sirvió para subvencionar a las compañías ferroviarias.
Cuando Narvaez gobernaba, se suspendió la Ley Madoz (1856) pero vuelto O'Donnel en 1858 se volvió a restablecer excluyendo los bienes de la iglesia.
En la ley de 1860, el gobierno español prometía a la Santa Sede ninguna desamortización a bienes eclesiásticos y reconocía a la iglesia la capacidad de aprovecharse de otros bienes.
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