1ª) Contexto histórico, cultural y filosófico del texto.
El fragmento que comentamos pertenece al diálogo platónico La
República, que es una obra que pertenece a su período de madurez y en la que
Platón expone algunos de los temas esenciales de su pensamiento y, a la vez,
describe los rasgos que debe tener una sociedad organizada de acuerdo con su
teoría. Esta obra es considerada como una de las más representativas de la
filosofía platónica, ya que en ella se observa el gran esfuerzo de Platón por
elaborar la primera gran síntesis de todo el pensamiento griego anterior, a la vez
que es el referente inevitable para entender el propósito reformista y político que
anima toda la filosofía platónica. De hecho, la “utopía” que presenta Platón en
esta obra no es nada más que el resultado de su reacción frente a las circunstancias
socio-políticas de su tiempo, es decir, el modelo ideal en el que Platón confiaba
para superar las deficiencias, sobre todo, de la democracia ateniense del S. IV
a.d.C.
En efecto, el contexto histórico de la filosofía platónica es el de la ciudadestado
griega durante el último tercio del S. V a.d.C. y la primera mitad del S. IV
a.d.C., y en especial el de la ciudad de Atenas, que ha salido derrotada de las
guerras del Peloponeso y se ha visto sometida durante un tiempo a la hegemonía
de Esparta.
En consecuencia, el período histórico que vive Platón es muy agitado
e inestable política y socialmente: continuas crisis de gobierno, luchas internas por
el poder y exilios forzosos o voluntarios marcan la dura convivencia entre los
atenienses. Así pues, el triunfo de la Esparta aristocrática sobre la Atenas
democrática llevó a la democracia ateniense, antaño esplendorosa bajo la batuta
de Pericles, a una auténtica crisis de fundamentos.
La primera mitad del siglo IV supone la ruina económica de Atenas y un
clima de cuestionamiento generalizado sobre el tipo de ciudadano y el régimen
político que aseguren el buen gobierno. Platón participó activamente en este clima
de inquietud socio-política, primero, con sus tentaciones de intervenir
directamente en la política de su tiempo (en la Carta VII nos narra su temprana
vocación política) y, después, tras la condena a muerte de Sócrates a manos de la
restaurada democracia, elaborando una alternativa teórica a esa inquietante
situación, alternativa que, incluso, intentó llevar a la práctica varias veces lejos de
su querida Atenas, en Siracusa.
En el contexto cultural de la filosofía platónica es inevitable hacer alusión
al florecimiento de la sofística como movimiento intelectual que impregnaba los
modos de vida y de pensar de los ciudadanos atenienses: en el esquema mental de
esta época el escepticismo y el relativismo promovidos por los sofistas se habían
convertido en el modo habitual de plantearse los problemas de la convivencia
ateniense; hecho que, para Platón, del mismo modo que para Sócrates, supuso un
debilitamiento de los vínculos éticos del ciudadano con su polis, una
entronización de una concepción instrumentalista y cínica del poder y, en suma,
una auténtica revolución que era necesario detener antes de que Atenas se
convirtiera en el escenario del caos continuo y cayera en manos de los que
alentaban las intrigas y la ignorancia. Junto a este fenómeno, en lo que se ha denominado “ilustración griega”, se produjo un apogeo de la literatura dramática
con figuras de la talla de Sófocles y Eurípedes, que representan un modo de llevar
a la escena las grandes inquietudes personales y políticas del momento.
Platón tampoco fue ajeno a estos hechos ya que, por primera vez en la
historia de la filosofía griega, nos encontramos con un autor que escribe
admirablemente y en cuyos diálogos, repletos de mitos e imágenes poéticas, se
pretende también representar la “batalla de las ideas”, es decir, los diálogos
platónicos pretenden trasladar al campo de la escritura la viveza y contradicción
del debate oral.
En lo que respecta a las cuestiones más estrictamente filosóficas que se
plantean en La República, hemos de buscar las raíces más inmediatas del
pensamiento platónico en la filosofía de Sócrates, quien estuvo plenamente
convencido de que era posible, y obligado, superar el relativismo de los sofistas en
el ámbito de los valores éticos, y de esta manera encontrar una respuesta adecuada
a la pregunta por la naturaleza del Bien.
La función fundamental de la filosofía
consistirá en definir la esencia de los valores, ya que éstos, a juicio de Sócrates,
debían poseer una existencia independiente de la razón humana que los concibe y
conoce. Así es posible la coincidencia humana tanto en el lenguaje como en la
vida social.
Platón toma de Sócrates, y también del orfismo-pitagorismo, la firme
convicción de que es posible conocer los principios últimos de lo real, ya que, en
última instancia, conocer es despertar las verdades adormecidas que llevamos
impresas en nuestra alma. Continúa Platón de este modo la crítica iniciada por
Sócrates al relativismo y al convencionalismo sofístico, que abocaban a un
extremo individualismo que imposibilitaba tanto el conocimiento como la
comunicación. Platón estuvo convencido de la existencia autónoma, no ya de los
valores, sino de las Ideas, modelos a partir de los cuales se constituye el mundo
sensible y es función de la inteligencia llegar a su efectiva comprensión para
acomodar a ellas nuestra vida social y moral.
Este desdoblamiento de lo real en dos ámbitos, ideal y sensible, supone la
síntesis que realiza Platón del pensamiento griego anterior. En efecto, toma de
Heráclito ese carácter contradictorio y cambiante de la realidad para aplicárselo a
la realidad imperfecta, según él, de las cosas sensibles, las cuales nunca pueden
ser objeto de verdadero conocimiento, sólo de opinión. Por otro lado, la apuesta
de Parménides por la vía de la identidad entre pensamiento y ser, es decir, la
caracterización de la realidad como ser inmóvil, inmutable, eterno, etc. va a ser
trasladada por Platón a las ideas, las cuales, como auténtica realidad, sí que
constituyen objeto de verdadero conocimiento.
Del mismo modo, la dialéctica platónica (aún cuando se encuentren
indicios de ella en Heráclito y Zenón de Elea) procede del desarrollo de la
mayeútica socrática, de ese intento de definición exacta y rigurosa de qué son las
cosas.
Por otro lado, la preocupación socrática por la virtud y el intelectualismo
moral es la principal vía para plantear que el conocimiento de la idea del Bien es
el requisito indispensable para la vida feliz a nivel particular, y para el justo y
recto gobierno de la ciudad.
La repercusión del pensamiento platónico tiene como referentes inmediatos a sus
discípulos de la Academia (entre ellos, Aristóteles, que elaborará un sistema
alternativo al de su maestro), a gran parte de la filosofía cristiana, que, a partir de
San Agustín, tomará de Platón aspectos importantes para la racionalización de su
doctrina, a los neoplatónicos del Renacimiento, “culpables” de una lectura estética
de las obras de Platón y de conceptos como el de “amor platónico”, a todos
aquellos autores como Plotino, Tomas Moro o Tomasso Campanella, que beben
de las fuentes de La República en su intento de elaborar modelos utópicos
similares al platónico.
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